Repaso del teatro barroco (II)

3.- Tirso de Molina

Entre los muchos seguidores que tuvo el estilo lopesco en el ámbito teatral, uno de los más reseñables fue, sin duda, Tirso de Molina, seudónimo de Gabriel Téllez. A pesar de que bebió de todas las novedades formales y lingüísticas establecidas por Lope en su Arte nuevo, Tirso se desmarcó del 'Fénix de los Ingenios' en una serie de cuestiones:

* Un uso más libre del lenguaje, que combinaba lo conceptista con el lenguaje popular y coloquial.

* El manejo estricto de las fuentes históricas, de las que Tirso era un gran conocedor, como se aprecia en su obra La prudencia en la mujer, sobre la figura histórica de María de Molina, esposa del rey Sancho IV de Castilla.

* El reflejo de los problemas de la realidad.

* El mayor desarrollo psicológico de los personajes, sobre todo de los femeninos, que destacaban por su gran fortaleza e inteligencia, siendo completamente independientes de los hombres, de los que se burlaban. Incluso asumían un rol protagonista en la defensa de su honra, disfrazándose de hombres para perseguir a los que la hubieran afrentado o castigando a todo el sexo masculino por ello.

* Un mayor peso del protagonista en la historia.

De su producción destacan autos sacramentales (El colmenero divino), reduciendo en ellos la carga alegórica para que se entendieran mejor; obras de corte religioso, como la trilogía de Santa Juana (de corte hagiográfico -vida de santos-); dramas históricos (La prudencia en la mujer); y, sobre todo, comedias de capa y espada, destacando las de corte psicológico (El vergonzoso en palacio), las de intriga palaciega (Don Gil de las calzas verdes) y las basadas en las leyendas y crónicas españolas. Aquí hallamos su obra maestra, a saber, El burlador de Sevilla y convidado de piedra:



Esta historia es de sobra conocida, pues su protagonista es Don Juan, el hidalgo orgulloso, arrogante y seductor, que vive única y exclusivamente para conquistar el corazón de cuanta mujer desee, con independencia de su condición social o civil. Don Juan se burla continuamente de las leyes humanas y, sobre todo, de las divinas, sintiéndose por encima de todas ellas y viviendo una vida de excesos y pecados. Eso lo llevará, al final de la obra, a confrontarse con una de sus víctimas, don Gonzalo, quien, en forma de estatua de piedra, se le presenta después de que don Juan lo invitara a cenar a modo de broma. Don Gonzalo, entonces, arrastrará a Don Juan al infierno para que pague por sus crímenes por toda la eternidad.

Tirso de Molina sienta así las bases del mito del Tenorio (el seductor incansable y el convidado de piedra) que inspiraron a José de Espronceda, Wolfgang Amadeus Mozart, Molière, Ramón María del Valle-Inclán, lord Byron... Y, sobre todo, a José Zorrilla. Eso sí, las diferencias entre El burlador de Sevilla y Don Juan Tenorio son notables: en la obra de Tirso se aprecia claramente una intención didáctico-moral, pues Don Juan acaba en el infierno por todo lo que ha hecho en vida; por contra, Zorrilla salva al final al terrible seductor por el amor puro de Doña Inés. Por tanto, mientras que en Tirso se aprecia el carácter terrible y moralista del Barroco (imbuido en el espíritu de la Contrarreforma), en Zorrilla se percibe cómo la libertad individual puede llevar a la redención incluso al hombre que menos se lo merezca (de acuerdo a los cánones románticos).

4.- Calderón de la Barca

Pedro Calderón de la Barca es la última cumbre del teatro barroco español. Al igual que todos sus coetáneos, imitó el estilo de Lope de Vega, pero no se conformó con eso, sino que remodeló la escuela dramática lopesca. De esta forma, apostó por un lenguaje mucho más cuidado; unos personajes mejor definidos a nivel psicológico y con cierta evolución en este sentido; y el tratamiento de temas mucho más reflexivos, de índole filosófica, religiosa o moral. Así invitaba a los espectadores a plantearse cuestiones de corte existencial, como el paso del tiempo o el sentido de la vida.

Cumbre del auto sacramental, a Calderón de la Barca se le deben:

* Dramas de costumbres, basados en las comedias de capa y espada, donde se combinan ambientes rurales y urbanos. Sobresalen La dama duende:


Y El alcalde de Zalamea, donde se retoma el afán propagandístico de Lope en favor de la corona real española:
 

* Dramas de honor, en los que Calderón retrata a los hombres como seres inhumanos obsesionados con los códigos de honor de la época, lo que los llevaba a actuar irracional y absurdamente para compensar ofensas que nunca se habían producido. Esa locura por el honor los llevará a cometer verdaderos crímenes, siendo las mujeres, acusadas injustamente de infidelidad, las mayores víctimas de esos engranajes sociales. Mencionaremos El pintor de su deshonra y El mayor monstruo, los celos.

* Dramas filosófico-religiosos, en los que toca temas propios del Barroco, como la vacuidad de las apariencias y el mundo material, que es solo algo transitorio o temporal que intenta engañarnos con sus ilusiones y sus placeres y de donde partiremos para encontrar la verdadera realidad (el Más Allá). Por tanto, abundan los tópicos aurea mediocritas, tempus fugit, memento mori y, sobre todo, vita somni, que da nombre y sentido a su mejor drama, La vida es sueño:



La historia se centra en Segismundo, encerrado en una torre y cargado de cadenas desde su nacimiento. Segismundo no sabe por qué está allí, lamentando su suerte frente a los animales, que sí pueden ser libres. He aquí la primera reflexión filosófica de Calderón: el sentido de una libertad huidiza para el Hombre, siempre refrenado por las pasiones, la codicia, las ambiciones, los deseos materiales... Todo ello, evidentemente, le priva de la libertad que el resto de seres de la Creación posee.

Lo que ignora Segismundo es que está en esa tesitura por culpa de su padre, el rey Basilio de Polonia. Unos adivinos le avisaron, cuando Segismundo nació, que se convertiría en un tirano y, por tanto, lo encerró en la torre para siempre, sin contacto con nadie del mundo exterior. Sin embargo, ya a la vejez, Basilio se arrepiente de lo que ha hecho y trata de enmendar su error. Para ello, droga a Segismundo, lo traslada a palacio y hace que todos actúen con él como si llevara toda la vida allí. Segismundo se cree en un sueño e, incitado por aquellos que ambicionan la corona, comienza a hacer lo que le da la gana: tira a un criado por la ventana, trata de forzar a una mujer...

Vistos estos crímenes, Basilio se convence de que su hijo es un monstruo, lo duerme y lo vuelve a encerrar en la torre. Segismundo se despierta entonces de nuevo cargado de cadenas y privado de libertad, creyendo que, efectivamente, todo ha sido un sueño. Aquí es donde aparece el tópico vita somni: la vida del Hombre sería como la de Segismundo, encerrado en un mundo falso e ilusorio (la torre) del que "despertaremos" para hallar la verdadera realidad.

Basilio nombra a un extranjero como su heredero, pero el pueblo de Polonia, descontento con esta decisión, se alza en armas para encontrar a Segismundo, liberarlo y darle a él la corona como legítimo sucesor de Basilio. La revuelta triunfa, creyendo Segismundo, otra vez, que se encuentra en un sueño. Sin embargo, en esta ocasión no cederá ante sus impulsos y se convertirá en un rey justo, ecuánime y misericordioso, incluso con aquellos que le han hecho tanto daño. Así demuestra Calderón cómo hemos de conducirnos en la vida terrenal para ganarnos la salvación eterna.

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