Ni el presidente del orden ni el de la ley, de Helena Resano (20 minutos)
A oscuras. Con todas las luces apagadas y con un presidente escondido en un búnker subterráneo. La imagen de la Casa Blanca el domingo por la noche era todo un símbolo. Un gobierno que prefiere esconderse a afrontar de una vez el problema, un presidente que se refugia y prefiere no escuchar la indignación de un país que clama justicia. Una sede del poder apagada. Sin ofrecer diálogo ni soluciones a un problema que se hace endémico y que amenaza con acabar mal.
Estados Unidos completa este miércoles la peor semana de disturbios y violencia en la calle desde la muerte de Martin Luther King. El país entero ha salido para clamar, una vez más, justicia, para pedir que se acabe la violenta represión policial contra la población negra. La muerte de George Floyd solo ha prendido una mecha que nunca se apagó, la de la desigualdad racial. Y lo ha hecho precisamente en Mineápolis, una de las ciudades más prósperas y más progresistas de Estados Unidos pero que refleja muy bien la realidad de la nación. Un dato: casi el 75% de las familias blancas de Mineápolis tienen una casa en propiedad. Entre las familias negras, ese porcentaje se reduce al 25%. Este es el abono sobre el que ha crecido la indignación de una ciudad y de un país. La imagen de un George Floyd inmovilizado en el suelo, boca abajo, con la rodilla del agente apretándole el cuello y pidiendo aire, ha prendido la mecha de una desigualdad que es evidente en cada esquina.
Las brechas raciales en Minesota y en el resto del país no están únicamente en los ingresos. Están en las tasas de encarcelamiento, de educación, de persecución policial. En el país de las oportunidades no todos acceden a ellas de la misma forma. A George Floyd le detuvieron porque creían que había utilizado un billete falso de 20 dólares. ¡Su vida por un billete de 20 dólares! Floyd se había quedado sin trabajo por la crisis del coronavirus. Trabajaba como guardia de seguridad, pero la pandemia le dejó en el paro. Y la muerte la encontró durante una detención en la que, en ningún momento, opuso resistencia. No lo hizo y se ve perfectamente durante toda la secuencia que grabaron las cámaras de seguridad: 8 minutos en los que Floyd no se pone violento, ni siquiera cuando está ahogándose.
¿Y qué ha hecho Trump durante esta semana? Incendiar un poco más los ánimos enviando mensajes en Twitter contra los manifestantes, acusándoles de antifascistas y pidiendo su ilegalización. Eso, y ordenar el desalojo de una manifestación pacífica frente a la Casa Blanca para que él pudiera hacerse una foto con una Biblia en una iglesia cercana a la residencia presidencial. Es curioso, durante la pandemia del coronavirus, esa que todavía no ha resuelto, se ha resistido a aparecer en público con mascarilla porque proyectaba una imagen de debilidad. Bueno, creo que la que ofreció este fin de semana es mucho peor.
1.- Determina la estructura interna de las ideas de este texto.
2.- Indica las funciones del lenguaje presentes en el texto y todos sus rasgos lingüísticos.
A oscuras. Con todas las luces apagadas y con un presidente escondido en un búnker subterráneo. La imagen de la Casa Blanca el domingo por la noche era todo un símbolo. Un gobierno que prefiere esconderse a afrontar de una vez el problema, un presidente que se refugia y prefiere no escuchar la indignación de un país que clama justicia. Una sede del poder apagada. Sin ofrecer diálogo ni soluciones a un problema que se hace endémico y que amenaza con acabar mal.
Estados Unidos completa este miércoles la peor semana de disturbios y violencia en la calle desde la muerte de Martin Luther King. El país entero ha salido para clamar, una vez más, justicia, para pedir que se acabe la violenta represión policial contra la población negra. La muerte de George Floyd solo ha prendido una mecha que nunca se apagó, la de la desigualdad racial. Y lo ha hecho precisamente en Mineápolis, una de las ciudades más prósperas y más progresistas de Estados Unidos pero que refleja muy bien la realidad de la nación. Un dato: casi el 75% de las familias blancas de Mineápolis tienen una casa en propiedad. Entre las familias negras, ese porcentaje se reduce al 25%. Este es el abono sobre el que ha crecido la indignación de una ciudad y de un país. La imagen de un George Floyd inmovilizado en el suelo, boca abajo, con la rodilla del agente apretándole el cuello y pidiendo aire, ha prendido la mecha de una desigualdad que es evidente en cada esquina.
Las brechas raciales en Minesota y en el resto del país no están únicamente en los ingresos. Están en las tasas de encarcelamiento, de educación, de persecución policial. En el país de las oportunidades no todos acceden a ellas de la misma forma. A George Floyd le detuvieron porque creían que había utilizado un billete falso de 20 dólares. ¡Su vida por un billete de 20 dólares! Floyd se había quedado sin trabajo por la crisis del coronavirus. Trabajaba como guardia de seguridad, pero la pandemia le dejó en el paro. Y la muerte la encontró durante una detención en la que, en ningún momento, opuso resistencia. No lo hizo y se ve perfectamente durante toda la secuencia que grabaron las cámaras de seguridad: 8 minutos en los que Floyd no se pone violento, ni siquiera cuando está ahogándose.
¿Y qué ha hecho Trump durante esta semana? Incendiar un poco más los ánimos enviando mensajes en Twitter contra los manifestantes, acusándoles de antifascistas y pidiendo su ilegalización. Eso, y ordenar el desalojo de una manifestación pacífica frente a la Casa Blanca para que él pudiera hacerse una foto con una Biblia en una iglesia cercana a la residencia presidencial. Es curioso, durante la pandemia del coronavirus, esa que todavía no ha resuelto, se ha resistido a aparecer en público con mascarilla porque proyectaba una imagen de debilidad. Bueno, creo que la que ofreció este fin de semana es mucho peor.
1.- Determina la estructura interna de las ideas de este texto.
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